Diversos estudios han señalado consistentemente una preocupante realidad en Estados Unidos: un segmento significativo de la población, particularmente los adultos jóvenes, exhibe niveles insuficientes de alfabetización financiera. Los datos recopilados a través de encuestas revelan que una proporción considerable de los participantes obtiene resultados considerados «reprobatorios», al contestar correctamente menos del 60 por ciento de las preguntas formuladas.
La experiencia en el ámbito de la asesoría y la educación financiera, así como la observación del panorama actual, confirman la existencia de importantes deficiencias en el conocimiento financiero personal entre amplios sectores de la sociedad. Si bien el acceso a la información financiera ha aumentado en comparación con épocas anteriores, el entorno financiero se ha complejizado notablemente, presentando una mayor cantidad de opciones y, consecuentemente, un incremento en los riesgos potenciales.
Una causa fundamental de esta situación reside en la ausencia generalizada de instrucción formal en materia de finanzas personales. Muchos individuos no adquieren las habilidades necesarias para gestionar sus recursos económicos debido a la falta de enseñanza en el hogar y a la limitada oferta de cursos relevantes en los sistemas educativos de nivel secundario y superior.
Si bien algunos individuos tienen la fortuna de aprender principios financieros clave a través de su entorno familiar, amistades informadas o recursos bibliográficos especializados, otros nunca acceden a estos conocimientos esenciales o los adquieren a través de experiencias negativas y costosos errores. La carencia de alfabetización financiera se correlaciona con una mayor propensión a cometer errores financieros, lo que conlleva una significativa fuga de recursos económicos. Adicionalmente, la falta de control sobre las finanzas personales genera un considerable impacto emocional, manifestándose en un aumento del estrés y la ansiedad.